Si el Real Madrid y su gente disfrutan especialmente con un fenotipo de futbolista, ése es el de Dani Carvajal. De la casa, racial e inachantable ante cualquier situación. De esos que se rompen las fibras en una final de tanto correr y que si tienen que jugar hasta de portero, les ves siendo los primeros en agarrar los guantes. El leganense sale de esta doble pirueta (derbi y Girona) como central insólito cayendo de pie y clavando la postura. De diez en las tablillas. Como si llevase ahí desde que puso la primera piedra de Valdebebas y no apenas dos partidos y pico.
Para entender el impacto de Carvajal en este Madrid, basta con escuchar a Ancelotti. “Le pregunté si quería ser central derecho o izquierdo y me dijo que le daba igual”, desveló el italiano. En otras palabras, siendo el peso pesado, permitió que Tchouameni, el más expuesto, escogiera en qué lugar se veía menos comprometido. En vez de usar la carta de veterano para intentar salir lo mejor parado de este marrón, puso el pecho por su compañero. Por eso Carva tiene una ascendencia especial en el vestuario.
Esa imagen ochentera de Camacho jugando de lo que sea, embarrado o con la cabeza en cabestrillo (si se pudiera) es la que, adaptada a nuestros tiempos, ofrece Carvajal. Más pasada por la Thermomix de lo actual, pero igualmente corajuda. Y eso al madridismo le pone, y al resto del equipo le contagia. Y todo ello destila la admiración de Carletto. “A Dani no hay que enseñarle nada, lo tiene todo, parece que llevase jugando de central sus 400 partidos en el Madrid”.
El gesto de capitanísimo
Carvajal no sólo fue el más relevante a nivel defensivo (el zaguero con más robos y disparos bloqueados, seis en total) en este partido trascendental por la Liga, también cuidó los detalles. Cuando entró Modric, se dio un esprint para colocarle el brazalete de capitán. Conjugar el nosotros antes que el yo, mi, me, conmigo. Como hacía Camacho, lecciones de madridismo en vivo y en directo.