Con una mirada aquí, en la Juve, Gotemburgo (que Viva Suecia y Viva Murcia, tenía que decirlo) y la otra allá, el Cerro del Espino, en Madrid, Simeone cerraba la pretemporada con un partido dividido en dos, y separado por 2.800 kilómetros. Para darle minutos a todos debía ser así: unos titulares con él y otros con Tevenet, para poder darle así a los de Suecia más de media parte y rodaje a los de Madrid. Ante el Zamora unos y la Juve otros, esa nueva Juve de Thiago Motta que el Atleti superó con el banquillo y dos hombres que pueden salir (João y Correa), aunque de inicio, en el físico, pareciera superarle.
Pero, pronto, el Atleti equilibraba con su presión alta y los equipos se repartían ocasiones. Di Gregorio le desbarataba a Llorente un mano a mano después de que Koke hubiese atisbado su desmarque y le dejara una pelota franca a la espalda de los centrales. Enseguida replicaba esta Juve con la que Motta quiere dejar atrás los tiempos de Allegri y corre vertical a bailar. Pero primero Azpilicueta repelía un pase de la muerte de Vlahovic a Yildiz en el área y más tarde lo hacía De Paul para evitar un remate a placer de Weah.
Le Normand crecía en su debut con la rojiblanca con aire de roca, muy correcto y serio, tranquilizador y Correa esperaba turno en el banquillo aunque la idea inicial del Cholo había sido la de darle la titularidad por si las dudas turcas. Pero en el partido de Suecia Simeone ponía a sus dos nuevos juguetes dejando clara la intención del nuevo Atleti del 5-4-1: el nuevo Atleti presiona más arriba y, por ende, recupera en área rival. Muestra los dientes, le llena de trampas la hierba al rival.
Mientras la Juve lucía su físico, y nada más, con carreras endiabladas de Douglas Luiz, el gran fichaje de los nuevos tiempos, Lino tiraba demasiado desviado un balón filtrado por Llorente al punto de penalti y Griezmann enviaba una pelota al palo. Lanzaba De Paul, ese De Paul versión argentina que es una delicia de ver, con un inmenso catálogo de pases. La Juve lograba interceptarlos antes de que llegasen a Sortloth, el otro nuevo, que, demasiado estático, apenas tocaba un balón.
La labor del noruego era la de fijar a los centrales y estirarle el campo a Griezmann y Lino, que en la izquierda aparecía más por dentro para que Riquelme tuviese más vuelo en el carril. La primera pelota la tocó cuando asomaba el descanso para armar una ocasión, aunque su remate, demasiado centrado fue fácil para Di Gregorio, sí dejó una foto como aviso a todos los rivales que vengan: ya podía tratar de tironear de su camiseta el defensa de la Juve que nada, no movía un ápice su tremendo corpachón, con casi dos metros de altura (1,95).
Con el Excel de los esfuerzos dictando los tiempos, los que llegaron a la pretemporada más tarde (Griezmann, Le Normand, De Paul y Sorloth) del descanso no regresaron y su lugar lo ocuparían Serrano, Reinildo, Correa y… João Félix. En la primera pelota que les pasó cerca a los dos últimos, el Atlético se abrazó en corro: todo comenzó en un buen balón en largo de Reinildo que Lino dejó atrás de primeras. Correa, listo, lo dejó pasar para que el portugués golpeara con un derechazo lleno de clase y pincel. Con esta actitud suma ya para una venta, ya para quedarse. Que el talento se le cae de los bolsillos siempre ha sido innegable, pero ahora lo traslada a todos los ámbitos, en el campo y el vestuario, con cabeza gacha y más trabajo que paseos. ¿Y si el gran fichaje es al final que se quede?
Bien plantado y sólido, no se descomponía el Atlético con la presión alta la Juve que iba perdiendo fuelle y color a cada minuto que pasaba, inoperante. Lino y Javi Serrano obligaban a Di Gregorio a paradas en dos tiempos antes de que Roro errara en una salida y le entregara a Vlahovic una pelota envuelta en papel de regalo que iba desenvolviendo de camino a Moldavan. Pero entonces apareció Azpilicueta por el suelo y le envió todo el calofán a la basura. Después lo haría Kostis. Vlahovic no estaba, lento, trotón, inoperante. Y Motta miraba atrás en su banquillo y más que soluciones solo veía chavales. Y mientras el Atleti no le echaba el candado al partido, Simeone seguía probando hombres con Llorente, Azpilicueta y Witsel completando los 90 minutos en la hierba: uno, su hijo, Giuliano, y cómo dejó la hierba, llena de garra y sudor. Tiene tanto hambre que sale y se come la hierba, desestabiliza con sus ganas. Robó en su campo y provocó el penalti de Cabal en el de la Juve. Correa lo pedía, Correa lo ajustaba demasiado al palo, Correa lo metía. Porque llegarán los titulares y los fichajes pero nadie como Simeone sabe que el valor de su Atleti se lo dan los jugadores como Correa. De los que no juegan todo pero lo que juegan es como si sí, dejando la hierba regada con su corazón y sudor.
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